Trond Larsen tuvo la suerte de encontrar y fotografiar este diminuto insecto de unos cinco milímetros de largo durante una expedición internacional de biólogos de campo a la región montañosa del sureste de Surinam en 2012.
Fue una maniobra rápida, realizada «con mucha dificultad ya que saltan tan rápido», dijo Larsen del Programa de Evaluación Rápida de Conservación Internacional.
Esta fue también la razón por la que Larsen no pudo recolectar el espécimen del insecto, lo que sería necesario para compararlo con otros insectos y averiguar si se trata de una especie conocida.
Otro aspecto que dificulta la identificación es el hecho de que la Fulgoromorpha se encuentra en el inicio de su etapa de desarrollo, lo que la hace muy diferente a un adulto.
Algunos insectos pasan por una metamorfosis simple (a veces llamada metamorfosis incompleta o gradual), lo que significa que se transforman en una ninfa un poco más grande y luego se convierten en adultos con las alas llenas, según Leeanne Alonso de la ONG Global Wildlife Conservation, que también participó en la expedición.
Alonso notó que los «brotes de las alas» de los insectos jóvenes eran visibles en la fotografía.
En cuanto al espectacular origen del plumaje, los científicos afirman que se trata de una secreción cerosa expulsada por muchas Fulgoromorpha desde su abdomen, que puede protegerlas contra depredadores y parásitos.
Uno pensaría que esto serviría para atraer, no para distraer. Pero los depredadores de este insecto serían muy pequeños, y agarrar esos mechones cerosos puede ser un desafío. Los pelos pueden incluso romperse, como la cola de un gecko, lo que permite que el insecto viva un día más.
Además de la extraña Fulgoromorpha, los científicos también han encontrado una increíble variedad de biodiversidad en la selva tropical de Surinam, recopilando datos sobre 1378 especies.
“Es uno de mis lugares favoritos en el mundo”, dice Alonso, aunque menciona que la minería aurífera amenaza la naturaleza virgen del lugar.
